
Arnaldo Canales Benítez
Director Ejecutivo Fundación FLICH
La depresión en los niños... Una invitación desde la educación emocional al mundo de la expresión
Hoy en día, se hace más cotidiano ver como “rostros de la televisión” declaran públicamente depresiones y dejan de manifiesto que la salud mental está en crisis y no por una pandemia, sino que como sociedad estamos enfermos hace muchos años atrás.
Es mi caso, siendo padre de dos adolescentes de 16 y 17 años, soy muy consciente de reforzar constantemente cada aspecto de sus competencias emocionales, pero es una tarea compleja, que no puede hacerse sola, porque de niños nadie nos prepara para estos dolores de la vida, ya que no sabemos cómo verbalizar. Se necesita de una coordinación vinculada entre familia, docentes y los protagonistas; nuestros hijos.

Es así que puedo decir que sin duda las palabras van construyendo nuestras realidades y si hablamos desde la configuración de la palabra “DEPRESIÓN” significa ausencia de dialogo emocional, carencia y nula verbalización de lo que nos pasa, por el contrario “EXPRESIÓN”, es la muestra honesta de todo lo que vivo, manifiesto y declaro respecto a mi mundo interno. Por lo tanto, el trabajo es como se dice en buen chileno “echar pa´ fuera”. Que los niños y adultos, trabajemos la verbalización de nuestro mundo emocional. Hacernos conscientes del sentir de nuestro mundo emocional, verbalizar las emociones, ponerle nombres y luego analizar el mensaje y observar a que me mueve para actuar con una respuesta que sea acorde al contexto en que me desenvuelvo.
¿Pero qué hacemos los padres, cómo ayudamos a nuestros hijos? Primero, debemos conocer más de la depresión en los niños y cómo podríamos anticiparnos a la enfermedad.

¿Cuál es la diferencia entre tristeza y depresión?
Los niños pueden comunicar o mostrar sentimientos de tristeza, desaliento, irritabilidad, pero la mayoría de ellos serán reactivos a un suceso externo, servirán para adaptarse a las diferentes situaciones a las que se enfrentan y el niño se recuperará progresivamente de estos estados de ánimo. Sin embargo, un pequeño porcentaje de ellos cursará con síntomas depresivos durante su infancia y/o adolescencia.
Es importante diferenciar la tristeza de la depresión. La tristeza es una emoción universal de la condición humana y tiene una función adaptativa, mientras que la depresión es una alteración grave del estado de ánimo, cualitativamente distinta de la tristeza y que requiere tratamiento específico con apoyo de profesionales del área de la salud.
Investigaciones recientes muestran que un 2% de los niños y un 4-8% de los adolescentes presentan depresión. La depresión es una patología que, a su vez, parece estar acelerando su ascenso como causa de ingreso hospitalario. Por otro lado, en el tercer Cuaderno FAROS “Trastornos del comportamiento en la infancia y la adolescencia: ¿Qué está sucediendo?” se especifica que en niños diagnosticados con trastornos de conducta las tasas de depresión pueden situarse entre el 15% y el 31%. La depresión en niños puede ser severa y de larga duración y puede interferir en todos los aspectos de su vida diaria, desde el rendimiento escolar hasta sus relaciones con amigos y familiares.
¿Cuales don los síntomas de la depresión?
Los síntomas de depresión varían según la personalidad del niño y la etapa de desarrollo en la que se encuentra.
Los síntomas principales son:
- Estado de ánimo irritable. Los niños suelen estar más irritables o malhumorados que tristes o abatidos.
- Pérdida de interés o de placer. Pasan menos tiempo en hobbies o actividades que anteriormente les producían placer. Los padres suelen notar mayor aislamiento social o abandonos de hobbies que antes disfrutaban.
Otros síntomas habituales son los siguientes:
- Cambios en el apetito, con repercusión en el peso (pérdida, ganancia o un estancamiento)
- Cambios en el sueño (dificultades para dormir o sueño excesivo)
- Cambios psicomotores (dificultad para estar quieto y moverse continuamente; o marcado enlentecimiento en las respuestas y movimientos)
- Sentimientos de culpa
- Fatiga, pérdida de energía
- Dificultades para concentrarse (por ejemplo, se puede observar una bajada brusca del rendimiento académico, que se distrae constantemente o quejas de memoria)
- Pensamientos de muerte, intentos de suicidio.
Ninguno de estos síntomas, aislados o en grupo, son solamente de depresión. Si algunos de estos síntomas están presentes o tienen dudas, deben estar alertas y pedir apoyo en profesionales de salud mental.

Factores de riesgo de la depresión infantil
- Temperamentales: Determinados rasgos de temperamento y personalidad aumentan el riesgo de desarrollar una depresión mayor.
- Ambientales: como acontecimientos adversos en la infancia, especialmente cuando son múltiples y de diferentes tipos.
- Genéticos y fisiológicos: los niños cuyos progenitores tienen un trastorno depresivo tienen de dos a cuatro veces mayor riesgo.
- Comorbilidad: tener otro trastorno psicológico aumenta el riesgo de desarrollar una depresión o de dificultar su mejoría. Tener una enfermedad médica crónica o incapacitante también aumenta el riesgo de episodios depresivos.
Diagnóstico de la depresión en niños
A pesar de que un niño puede presentar uno o más síntomas de depresión, generalmente se considera un trastorno depresivo mayor si se observan cinco o más de los síntomas descritos por un determinado mínimo dos semanas durante la mayor parte del día y estos causan una interferencia significativa en el día a día.
Cuando los síntomas no son propios de una depresión, sino que son emociones reactivas a acontecimientos vitales, habitualmente no precisan de un tratamiento especializado. Los progenitores pueden enseñar a los niños a identificar, entender y gestionar dichas emociones. Por ejemplo, los sentimientos de fracaso e irritabilidad causados por obtener una mala nota en la escuela pueden ser una señal de la necesidad de mejorar los hábitos de estudio y de prestar más atención en la escuela. Por otro lado, también serán una oportunidad para que los niños aprendan a tolerar la frustración.
¿Cómo podemos apoyar a nuestros hijos cuando observamos síntomas de depresión?
Autoestima baja y tendencia a criticarse a sí mismo: Elogiar a nuestros hijos frecuentemente con sinceridad, reforzando conductas concretas; acentúa lo positivo, de una manera comprensiva.
Culpabilidad: ayudar a nuestros hijos a distinguir entre los acontecimientos que él o ella pueda regular y los que están fuera de su alcance: ayudarlo a que comience a hablar positivamente de sí mismo.
Estabilidad familiar: mantener una rutina y disminuir los cambios en temáticas familiares; comentarle acerca de los cambios con anticipación para reducir las preocupaciones.
Pérdida de interés y tristeza: preparar una actividad interesante al día; planificar acontecimientos especiales; comentar temas agradables.
Apetito y problemas de peso: no los obliguen a comer; preparar sus comidas favoritas; favorece que la hora de comer sea un momento facilitador del bienestar.
Dificultades para dormir: Mantener un horario constante para dormir; participar junto con él en actividades relajantes como leer o escuchar música suave; terminar el día con una nota positiva
Lo he mencionado en otras oportunidades, la tarea de ser madres y padres es difícil, de seguro el desafío más importante y gratificante al mismo tiempo, pero “trabajar” primero en nosotros mismos y reconocer nuestro propio mundo emocional nos permitirá educar y criar niños y niñas sanos emocionalmente y en el futuro adultos más plenos y felices.
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