El cuchillo de Lorena Bobbitt
A nadie se le oculta que la historia ha estado protagonizada por hombres y que los historiadores, también varones en su mayoría, la han contado desde una perspectiva masculina. La mujer ha quedado relegada a un segundo plano en la historia vivida y en la historia contada.
Una alumna mía realizó hace años la tesina analizando la presencia de la mujer en las imágenes de los libros de historia. En la mayoría de ellas la mujer o no aparecía o lo hacía en una actitud de sometimiento y dependencia del hombre. Son los libros que historia que estudian nuestros escolares.
Todavía suenan los ecos de las manifestaciones y de los actos conmemorativos del Día Internacional de la Mujer. En los días posteriores he leído dos libros sobre el tema de la mujer en la historia. Uno de ellos es un curioso libro que ha publicado recientemente Espido Freire en La esfera de los libros. La autora, nacida en Bilbao en 1974, creció en Llodio (Álava). Estudió canto durante su adolescencia y viajó con la compañía de José Carreras por toda Europa. Durante esa época, diversas circunstancias le llevaron a padecer un trastorno de la alimentación. Finalmente dejó la música y se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Deusto, donde también cursó un Diploma en Edición y Publicación de Textos. A los 25 años, ganó el premio Planeta con su novela “Melocotones helados”. La ganadora más joven del premio. hasta el año 1999.
El libro que acaba de publicar Espido Freire se titula “La historia de la mujer en 100 objetos”. Las ilustraciones pertenecen a Paola (nombre que significa pequeña) Grande. Por eso su empresa se denomina Miss Little Big.
Espido Freire dedica a cada objeto cuatro páginas en las que hace reflexiones históricas y filosóficas sobre la importancia de cada objeto. Uno tras otro hasta cien, con un hilván cronológico. Desde la pelvis de Lucy (3,2 millones de años antes de C.) hasta el cuchillo de Lorena Bobbitt, de nuestros días. Más de 20 páginas de notas y una interesante bibliografía. Es fácil deducir que el libro sobrepasa las cuatrocientas páginas.
Decía al comienzo que desde hace mucho tiempo, los historiadores (casi siempre varones) han excluido a la mujer en los libros de historia. La historia la han hecho y la han contado los hombres. Por eso se ha parecido interesante esta mirada feminista del acontecer humano.
La idea me ha parecido original y sugerente. Citaré algunos objetos que me han parecido especialmente interesantes: La argolla de la esclava (3000 a C.), las agujas de calcetar (2000 a C.), La llave del harén (1491 a C.), El espejo (1447 a C.), La caja de Pandora (700 a C.), Las vendas de los pies chinos (desde 960), El cinturón de castidad (siglo XII), La sábana de la noche de bodas (1370), El zapato de tacón (finales del siglo XVIII), La lejía (1785), El voto femenino (1776), El vibrador (década de 1889), El tampón (1937), Los pañales desechables (1946), La píldora anticonceptiva (1951), Los implantes de silicona (1962), La fregona (1964), El cuchillo de Lorena Bobbitt (1993)…
“Al igual que las mujeres han encontrado huecos para sobrevivir o imponerse para escribir o pintar, para llegar a los estudios o al poder, para que el dolor disminuyera o el trabajo resultase más liviano, es preciso que la historia que las estudia recurra a miradas y a formatos nuevos y que sea tan flexible como ellas lo fueron”, dice Espido Freire en el Prólogo.
El libro es una réplica de una iniciativa de la BBC y del Museo Británico que lanzaron un proyecto radiofónico revolucionario, una propuesta nueva por la divulgación de la historia. El director del Museo, Neil McGregor, en un programa de quince minutos abordaba la importancia de un objeto de cualquier época y explicaba la relevancia que había tenido en la historia. Tuvo un gran éxito, dio lugar a un libro titulado History of the World in 100 Objets y a un Museo que se convirtió en un excelente recurso didáctico. La historia de los objetos se ha convertido desde entonces en una forma de estudio concreta y palpable.
La autora recupera el nombre de muchas mujeres que están vinculadas a la invención, al uso o a los cambios que produjeron esos objetos. Y propone al lector el reto de hacer su propia lista porque, como podremos suponer, hay miles además de los que ella ha elegido en una tarea que supongo ardua y compleja.
No todos los apartados se refieren a objetos propiamente dichos. Por ejemplo, la wifi. Y no todos son objetos exclusivamente destinados al uso de la mujer, Por ejemplo, la cuchara y el tenedor o la vacuna de la viruela.
En algunos apartados la autora se centra en el análisis histórico del objeto elegido dentro de España. por ejemplo cuando analiza La cartilla de las maestras. Otros tienen, como es lógico, un contexto más amplio.
La precisión de la fecha de aparición del objeto es, como es lógico, discutible. Alguno de ellos apareció en diferentes lugres del mundo. De otros no se conoce con precisión la fecha e, incluso, algunos son objetos de dudosa existencia, como el cinturón de castidad.
“Existe una responsabilidad colectiva para que la ausencia se convierta en presencia, una educación en la mirada y en los valores que detecte que faltan mujeres en la fotografía, en el listado de méritos o en el callejero”, dice la autora.
He elegido para titular el artículo el último objeto que aparece en el número 99. (No sé por qué la autora ha dedicado el número cien a consideraciones genéricas, a modo de epílogo. Podía haber elegido otro objeto para completar los 100 y presentar esas reflexiones que llevan el título “La presencia y la ausencia”) para cerrar la obra.
Voy al título del artículo para que el lector tenga una idea de esta peculiar forma de leer la historia. La noche del 23 de junio de 1993 Lorena Bobbitt le cortó el pene a su marido con un cuchillo de cocina mientras dormía. Después de llegar borracho a casa, John Wyne Bobbitt violó una vez más a su mujer, que sufría maltrato desde hacía cuatro años, fecha en la que se casaron. Lorena salió de casa en el coche y arrojó por la ventana el miembro de su marido a un descampado.
En el juicio, que duró 15 días, ambos fueron absueltos. Eran otros tiempos, aunque parezca que tocamos esa fecha con la mano. Hoy resulta imposible entender por qué fue absuelto el maltratador. Ella se libró de la pena por interpretar el juez que actuó en un arrebato de enajenación mental.
La policía encontró el pene arrojado por Lorena y, en una operación de nueve horas y media, se lo reimplantaron con éxito. Tanto que durante algunos años John Wayne Bobbitt trabajó como actor porno. Su gran éxito se tituló John Wayne Bobitt: sin cortes.
A raíz del hecho se desató un enorme debate con posturas enfrentadas. Lorena había tomado la justicia por su mano para acabar con los ataques reiterados del maltratador. En aquellos años el problema del maltrato a la mujer se abordaba de manera poco contundente, lo cual nos permite comprobar que se ha avanzado mucho en la buena dirección. Muchos pensaron que el marido violador se lo tenía bien merecido. Lo importante es que el escándalo llevó a pensar en la tragedia de una convivencia infernal.
Lorena Gallo (ese era su nombre de soltera) se ha dedicado desde entonces a combatir el maltrato. Creó una organización para ayudar a las mujeres maltratadas, a las que ofrecía ayuda para salir de su horrible situación.
La escena de Lorena con un cuchillo en una mano y el pene de su marido en la otra evoca la escena de Judith con la cabeza de Holofernes, que se llevó a la hermosa viuda a su tienda y fue decapitado después de que el general se hubiese dormido. Ella pasó a ser una heroína respetada y honrada por su pueblo.
El día que compré el libro de Espido Freire, adquirí también otro de Julia Navarro, titulado “Una historia compartida”, que tiene el siguiente subtítulo: “Con ellos, sin ellos, por ellos, contra ellos”. Dice la autora: “No podemos contar la historia de las mujeres sin tenerlos también en cuenta a ellos, porque desde el principio de los tiempos, las vidas de los hombres y mujeres han estado entrelazadas y no se explican las unas sin los otros”. Las mujeres han estado en tosas las partes, aunque un manto de silencio se empeñara en ignorarlas. Un denominador común de las dos obras: hay que acelerar el paso hacia la igualdad, en el análisis de la historia, en la mejora moral del presente y en la conquista de un futuro más justo y más hermoso.
Columna escrita por Miguel Ángel Santos Guerra
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